Mi confrontación con la docencia
Por José Martín Cervantes Sotelo
Soy Ingeniero Químico de profesión y maestro por vocación. Al inicio de mi ejercicio profesional me desempeñe como Superintendente en una planta procesadora de alimentos del mar, iniciándome en esto por allá en 1986. Debo reconocer que este trabajo, aunque agotador y de mucho compromiso, me gustaba, ya que aprendí bastante en lo que se refiere a procesos y al manejo de una estructura productiva. Sin embargo, al cabo de dos años tomé la decisión de retirarme por asuntos que en aquel entonces creía que me convenían.
La oportunidad de llegar a esta actividad llegó casi en forma accidental, en agosto de 1988, al momento de retirarme del anterior empleo, me encontraba junto con algunas otras personas de mi misma localidad de Guaymas, Sonora, tratando de integrar un club de servicio (Club de Leones, para ser preciso), en estos eventos tuve la oportunidad de conocer a maestros y al entonces Director del Cetmar 03, tocó la fortuna que en ese momento uno de los maestros, también futuro integrante del club, estaba pidiendo un permiso sin goce de sueldo para dedicarse a otras actividades y dejaría vacante su plaza y actividades académicas. Recuerdo que fue un domingo cuando veníamos de brindar una comida en un albergue de niños huérfanos cuando el Téc. Pesquero José Ma. Parra (entonces Director) me preguntó qué, ya que estaba enterado de que había salido de mi empleo, si estaba interesado en impartir clases en la escuela de la cual él era el Director. Recuerdo también, que varios de los que nos acompañaban me motivaron a que pasara a al plantel para conocer los programas de estudio de las materias que impartiría. Debo comentar, que me resistía por los temores de enfrentar a un grupo de jóvenes. A pesar de ello accedí, ya que se trataba de cubrir al maestro por un semestre (en aquel entonces pensaba que este lapso me daría tiempo de poner en orden mis ideas de lo que quería hacer en lo futuro).
Pues bien, llegó mi primer día de clases!, aun recuerdo que una secretaria de control escolar al verme que me dirigía a la Subdirección, me detuvo y me dijo que si quería ver al Prof. Bernardo (entonces en el cargo mencionado) para inscripción, éstas estaban cerradas, a lo que respondí que mi asunto era otro. Con casi pánico salí a atender al primer grupo, 50 alumnos al borde de un ataque de euforia, gritos, portazos y risas nos recibieron al entrar al salón. Me presentaron y ¡me quedé solo!, eso era lo que pensaba. Paso la primera hora, el primer día, la primera semana, el primer mes. Al paso del tiempo, llegó la tranquilidad al darme cuenta que los alumnos aprendían, esto reforzó enormemente mi seguridad.
Terminó mi interinato y se prorrogó por seis meses más, al año estaba ya contratado de base. Bendita fortuna la mía, ya que a la distancia de más de 20 años, no me arrepiento de la decisión que en aquel momento tomé de dedicarme a esta tarea tan gratificante en lo personal y poder contribuir con nuestra humilde aportación a que los jóvenes que pasan por nuestras aulas tengan la posibilidad de aspirar a una mejor vida y a construir un futuro para ellos y los demás con mayores oportunidades.